miércoles, 26 de diciembre de 2007

Cuando olvido...

Romper el tiempo en los momentos exactos, cortar el aire en partes medibles, espacio serpenteante, socavar con golpes graves, transmitir la fuerza por el vacío, desaparecer en algunos instantes, dejar de ser antropomorfo, imágenes mezcladas, un grito perdido en lo armónico…

El tiempo se detiene, el espacio se comprime, no soy…

Vuelvo a romper el tiempo…

miércoles, 1 de agosto de 2007

Sobre el sentimiento insoluble de la vida...

Eso de que nadie escriba un comentario ya se me está haciendo habitual, quizás eso hace que lo mencione o escriba de esta forma, aunque en realidad no es el único factor que me ha llevado frente a la pantalla del computador y tipear unas cuantas palabras tomémoslo como el pretexto suficiente para que siga escribiendo.

Lo insoluble en mi ha aparecido de nuevo, esa pequeña carga humana que hace que miremos al cielo nublado con la garganta un poco apretada y que nos acordemos de cómo percibimos a través de nuestros sentidos como si fuera la primera vez que vemos, tocamos, escuchamos y olemos algo. Es una de las pocas veces que nos quedamos en silencio y empezamos a pensar-sentir nuestro entorno, el nudo en la garganta es producto de eso que llevamos dentro indescriptible a veces llamado alma que es capaz de soñar, proyectarse, crear, etc., pero que cuando lo enfrentemos a la realidad vemos que no es así, no es lo que soñamos y ni es capaz de soñar. Los seres humanos que te rodean se hacen en cada momento más ajenos a ti para caer en una soledad con un poco de alegría, con un poco de melancolía. Son momentos que nos hacen sentir una cierta renovación, nos lleva a hacer cosas dejadas pendientes, a tomar decisiones que nunca antes se vieron con claridad, partimos de cero sin olvidar el pasado...

La soledad me ha agarrado con fuerza esta vez, con un sentimiento de alegría melancólica que me ha hecho lamentar, reflexionar y escribirle a alguien que escuche con la mirada...

El caminante...

viernes, 27 de julio de 2007

Una reacción...

Es una reacción, aunque me gustaría creer que es una acción espontánea para decir con ímpetu: ¡¡De mí ha surgido sin influencia de nadie!! Gustoso oiría a alguien decirlo, ¡¡Pero qué difícil es!!, es cosa de tomarse unos cinco minutos, sentarse tranquilamente, asumir una postura de ser pensante y comenzar a observar para darse cuenta.

En un principio parecerá obvio, pero es la costumbre la que nos hace pensar en obviedades: ¡¡Estamos rodeados de seres humanos!! Y no solamente de ellos, también de su producto. Es difícil hayar ya un espacio virgen en el cual seamos, cada uno de nosotros, los primeros en habitarlo y desde donde no se pueda ver a otro ser de nuestra especie. Solo a alguien que haya estado bajo estas condiciones creería escuchar en su voz, la voz de la espontaneidad, de la acción, de la naturaleza. Vale decir en este punto que en estricto rigor todo nuestro entorno sea cual sea genera reacción en nosotros, sin embargo hemos ido perdiendo poco a poco esa reacción de la cual surgió el hombre pues hemos anulado la acción, me refiero a la proveniente de la naturaleza propiamente tal.

Pero, ¿Por qué aislarse?

Porque la agresividad del producto humano está en que todo es expresión, todo lo humano quiere decir algo atragantado que a través de nuestros sentidos se transforma en un bullicio mental, una interferencia de un pensar limpio y tranquilo.

El problema está en que fundamentalmente no tenemos la opción de separarnos de la sociedad ya que esta misma no la da. De alguna forma estamos amarrados a ella, ya sea por una tarjeta de crédito, otra con un número llamado “rut”, por una cuenta o una propiedad que pagar… un camuflado sistema de monitoreo. La forma de vida independiente ya casi no existe.

¿Pero qué reacción ha sido la tuya para escribir de esta manera?

Mi reacción es mi meta: mi soledad, mi venganza, mi compañía, mi condicionamiento, mi pensar, mi amor…

lunes, 25 de junio de 2007

El caminante...

Quien ha alcanzado la libertad de la razón, aunque sólo sea en cierta medida, no puede menos que sentirse en la tierra como un caminante, pero un caminante que no se dirige hacia un punto de destino pues no lo hay.. Mirará, sin embargo, con ojos bien abiertos todo lo que pase realmente en le mundo; asimismo, no deberá atar a nada en particular el corazón con demasiada fuerza: es preciso que tenga también algo del vagabundo al que agrada cambiar de paisaje. Sin duda ese hombre pasará malas noches, en las que, cansado como estará hallará cerrada la puerta de la ciudad que había de darle cobijo: tal vez incluso como en oriente, el desierto llegue hasta esa puerta, los animales de presa dejen oír sus aullidos tan pronto lejos como cerca; se levante un fuerte viento, y unos ladrones le roben su acémilas. Quizá entonces la terrible noche será para él otro desierto cayendo en el desierto y su corazón se sentirá cansado de viajar. Y cuando se eleve el sol de la mañana, ardiente como un airado dios, y se abra la ciudad, puede que vea en los ojos de sus habitantes más desierto, más suciedad, mas bellaquería y más inseguridad aún que ante su puerta, -por lo que el día será para él casi peor que la noche. Es posible que a veces sea así la suerte de este caminante. Pero pronto llegan, en compensación, las deliciosas mañanas de otras comarcas y de otras jornadas, en las que desde los primeros resplandores del alba, ve pasar entre la niebla de la montaña a los coros de las musas que le rozan al danzar; más tarde sereno, en el equilibrio del alma de la mañana antes del mediodía y mientras se pasee bajo los árboles verá caer a sus pies desde sus copas y desde los verdes escondrijos de sus ramas una lluvia de cosas buenas y claras, como regalo de todos los espíritus libres que frecuentan el monte, el bosque y la soledad, y que son como él, con su forma de ser unas veces gozosa y otra meditabunda, caminantes y filósofos. Nacidos de los misterios de la mañana temprana, piensan que es lo que puede dar al día, entre la décima y la duodécima campanadas del reloj, una faz tan pura, tan llena de luz y de claridad serena y transfiguradora: buscan la filosofía de la mañana.

Friedrich Nietzsche

¡¡Cómo no sentirme magno con este texto!!. He aquí la razón de mi autoapodo y la inauguración de este blog...