Eso de que nadie escriba un comentario ya se me está haciendo habitual, quizás eso hace que lo mencione o escriba de esta forma, aunque en realidad no es el único factor que me ha llevado frente a la pantalla del computador y tipear unas cuantas palabras tomémoslo como el pretexto suficiente para que siga escribiendo.
Lo insoluble en mi ha aparecido de nuevo, esa pequeña carga humana que hace que miremos al cielo nublado con la garganta un poco apretada y que nos acordemos de cómo percibimos a través de nuestros sentidos como si fuera la primera vez que vemos, tocamos, escuchamos y olemos algo. Es una de las pocas veces que nos quedamos en silencio y empezamos a pensar-sentir nuestro entorno, el nudo en la garganta es producto de eso que llevamos dentro indescriptible a veces llamado alma que es capaz de soñar, proyectarse, crear, etc., pero que cuando lo enfrentemos a la realidad vemos que no es así, no es lo que soñamos y ni es capaz de soñar. Los seres humanos que te rodean se hacen en cada momento más ajenos a ti para caer en una soledad con un poco de alegría, con un poco de melancolía. Son momentos que nos hacen sentir una cierta renovación, nos lleva a hacer cosas dejadas pendientes, a tomar decisiones que nunca antes se vieron con claridad, partimos de cero sin olvidar el pasado...
La soledad me ha agarrado con fuerza esta vez, con un sentimiento de alegría melancólica que me ha hecho lamentar, reflexionar y escribirle a alguien que escuche con la mirada...
El caminante...
miércoles, 1 de agosto de 2007
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